La cocina Romana estaba basada en alimentos básicos tales como: el pulmentum o papilla de mijo, cebada o guisantes, el queso de leche de oveja, la carne de cordero hervida, las habas, entre otros. Además, las frutas tales como: las manzanas, los albaricoques, los melones, higos y dátiles que ocuparon un lugar importante en su gastronomía.
Sus hábitos alimenticios cambiaron a principios del siglo II A.C. cuando llegaron a Asia Menor, ya que la preparación de las comidas se hizo de manera muy tardada y costosa de lo que habitualmente estaban acostumbrados. Aquí fueron considerados los servicios de los cocineros en lugar de seguir utilizando la servidumbre de los esclavos.

La actividad ganadera de los Romanos les proporcionaba carne de cabra, vaca, cerdo, leche y queso para complementar su alimentación. Otras alternativas de comida las obtenían con la caza de aves y la pesca.
Para los Romanos la comida, su sabor y la ornamentación de los platos, así como los aderezados con salsas y adornos con hierbas, llegó a ser muy importante.
Regreso al inicio